Atardecer de una
vida
Llegó la tarde un día,
como en la vida todo llega.
Y así, despacio, sin prisas,
la calma se tornó en brisa
y las nubes se juntaron,
para ocultar sin reparo,
el Sol, que nuestra juventud,
acarició.
Las risas del ayer,
formaron un eco disperso,
que se fue apagando,
en el tiempo.
Con el paso de los años.
Quisiera yo,
que así no fuera.
Pero bien sabe Dios,
que cuando muera,
me fundiré en el recuerdo,
o en el engaño.
Pasaron mil y una historias,
todas inacabadas.
Y con recuerdos, de antaño,
quise formar algaradas,
para ocultar las tristezas,
y también los desengaños.
La Luna extendió su manto,
en una de las madrugadas.
despertando mis sentidos,
teniéndolos yo dormidos,
arrancándome la niñez,
en la que me había sumido.
Adiós dije con el alma.
Adiós con el corazón.
La barca partió ligera,
llevando como pasajera,
la alegría y la ilusión.
Que triste me encuentro ahora.
Ahora que ya no soy.
Como quisiera tener,
segura de lo que digo.
Con todo mi sentimiento.
¡Y en eso sí que no miento!
El alma de trovador.
©Maria del Carmen Abreu Delgado
~Agradezco profundamente a María
del Carmen
por permitirme usar este poema.
Gracias por esta preciosa colaboración, ¡bienvenida!~
Para visitar la página de María
del Carmen pulsa aquí:
Reflejos del Alma
Estoy
segura que la disfrutarán mucho
;o).
© 2001-2004 Refugio de
Sentimientos
Lydia
Martínez Santiago
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